28 de junio de 2007

La Andrómaca de Racine y sus antecedentes grecolatinos (III)

2. Los personajes.
En la Eneida, en el relato de Andrómaca, aparecía, además de ella misma, una serie de personajes: Neoptólemo, hijo de Aquiles, caracterizado como joven orgulloso y arrogante. Su boda con Hermíone no se debe al amor, sino a las alianzas políticas. De Hermíone, nada se nos dice que nos pueda servir para dibujarla. De Orestes se puede concluir un carácter apasionado y violento. De la propia Andrómaca una mujer melancólica que ha sufrido grandes males. En realidad, son sólo pinceladas.
Si recurrimos a las Troyanas de Séneca, nos encontramos con Andrómaca madre y viuda, afanándose por proteger lo único que le queda de Héctor, su hijo (esto lo vamos a ver de nuevo en Racine); lamentándose de la caída de Troya y de todos los suyos. Astianacte, su hijo, morirá en esta tragedia a manos de Ulises, en lo más alto de los muros del Palacio de Príamo. Y Pirro matará, sobre la tumba de Aquiles, a Polixena, otra de las hijas del rey troyano. Es un Pirro sanguinario, vengativo, nada tiene que ver con el Pirro casi cortesano que nos muestra Racine, preocupado por el amor no correspondido de Andrómaca y usando asuntos de estado para resolver su situación amorosa.
Veamos, de forma más detallada, los personajes que aparecen en la Andrómaca de Eurípides y los que aparecen en Racine.

Ya en la misma lista que sirve de presentación a los personajes vemos
notables diferencias, en Eurípides se le da la voz a: Andrómaca, a una esclava, al coro, a Hermíone, a Menelao (padre de Hermíone), al hijo de Andrómaca (que es aquí hijo también de Neoptólemo), a Peleo (abuelo de Neoptólemo), a una nodriza, a Orestes, a un mensajero y a la diosa Tetis.
En Racine la lista cambia: Andrómaca, Pirro, Orestes, Hermíone, Pílades (amigo de Orestes), Cleone (esclava de Hermíone), Cefisa (esclava de Andrómaca), Fénix (preceptor de Pirro) y un séquito de Orestes, que son personajes mudos.
A simple vista podemos ver algunas diferencias significativas: En Eurípides, las esclavas no están mentadas por sus nombres, hay que tener en cuenta, que en la Grecia que conoció Eurípides los esclavos no tienen identidad propia, por eso tampoco es necesario mentarlos por sus nombres, aunque tal como dice la misma Andrómaca a su esclava: “¡Oh queridísima compañera de esclavitud! –pues eres compañera de esclavitud de quien antes fue señora y ahora una desgraciada” (verso 65).
Evidentemente, la situación ha cambiado en el siglo XVII francés.
Pero es aún más llamativa la presencia de otro personaje en Eurípides y su ausencia en Racine: me refiero a la diosa Tetis. Y es significativa porque marca una de las grandes diferencias de las dos obras: la presencia de lo divino. La obra de Eurípides está repleta de referencia a los dioses, Andrómaca se ha refugiado en el templo de Tetis para protegerse de sus enemigos: “Yo, espantada, he venido a sentarme en este santuario de Tetis, cercano al palacio, por si consigue impedir que yo muera”; Neoptólemo está ausente porque ha ido al oráculo de Delfos. A Peleo, continuamente, se le hacen referencia a su relación con Tetis, lo que implícitamente significa también una relación entre lo divino y el mismo Neoptólemo: “Me llevan ahora tras haberme arrancado del altar de Tetis, la que parió para ti a tu noble hijo, y a la que rindes reverencia como digna de admiración” (v. 569).
Referencias a los dioses nos encontramos a lo largo de toda la obra eurípidea (así, el primer coro, vv. 278 y ss.,: “En verdad grandes lamentos originó la hora en que, al valle del Ida, llegara el hijo de Maya y Zeus, guiando el carro de tres caballos de las divinidades, el de yugo hermoso, dispuesto para la odiosa competición de belleza…”; Menelao, en el verso 681, dice: “Helena soportó penalidades no por su voluntad, sino por causa de los dioses”; Orestes dice a Hermíone, vv. 900 y siguientes: “¿Te sobrevienen desgracias por parte de los dioses o de los mortales?”;…), se convierten casi en un personaje colectivo, que acaba hablando por boca de Tetis.
Aparece Tetis como árbitro de la situación. Han llegado a tal extremo los hechos que, para la visión de un ateniense del siglo V a.C., sólo la participación divina podría dar una resolución justa y magnánima. Tetis es un deus ex machina, reparte a cada uno lo que se merece y como la decisión procede de los dioses todos quedan conformes. El coro concluye la obra: “Muchas son las manifestaciones de lo divino, y muchas cosas resuelven los dioses inesperadamente. Lo esperado no se realiza, y de lo inesperado un dios encuentra solución. Tal resultó esta obra.”
En Racine, los dioses no existen, sí el destino. Orestes le dice a Pilades (verso 25 de la Andrómaca de Racine): “¡Ay! ¿quién puede decir qué destino me guía? Por amor voy en pos de una mujer de hielo; ¿quién sabe lo que la suerte me tiene reservado y si aquí he de encontrar la vida, o bien la muerte” Y, cuando, tras matar a Pirro, Orestes pierde el sentido: “¡Pues bien!, muero contento y se cumple mi destino” (v. 1620)
Es el destino del héroe trágico lo que mueve la tragedia, sin embargo, en la Andrómaca raciniana, más que el destino de la misma Andrómaca, es el destino de Orestes el que acaba marcándolo todo.
Centrándonos en los personajes principales, vemos en Racine que Andrómaca, la heroína que se opone al resto del mundo, tiene poca presencia física en escena. De ella se habla desde el principio, ya en el encuentro entre Orestes y Pílades que sirve de presentación a la tragedia se nos hace un dibujo bastante exacto del personaje: es madre protectora (vv. 74 y ss.: “He sabido que, para evitar el suplicio a su hijo, Andrómaca engañó al ingenioso Ulises: otro niño fue arrebatado de sus brazos y conducido a la muerte como si de su hijo se tratara”), es viuda, fiel al recuerdo de su marido (vv. 109 y ss.: “la ama; pero, de hecho, esa viuda insensible hasta ahora ha pagado su amor sólo con odio”); pero no aparecerá hasta la escena IV del acto Primero y lo hará de nuevo como la viuda de Héctor que sólo le queda como consuelo el hijo de aquél: “Me dirigía al lugar en que mi hijo es custodiado. Puesto que una vez al día me permitís verlo, y es lo único que me queda de Héctor y de Troya, iba, señor, a unir mis lágrimas a las suyas un momento” (260).
Racine nos ofrece a una Andrómaca que vive para recordar a Héctor muerto y para salvar a su hijo, como una extensión del propio Héctor: “¡Ay!, no temen que vengue un día a su padre: temen que logre enjugar mis lágrimas. Mi hubiera consolado de la muerte de un padre y un esposo;” (vv. 277-279) y, más adelante, entre otros ejemplos: “¡Cómo! Cefisa, ¿veré expirar también a ese hijo, mi única alegría y la imagen de Héctor? ¡Él me dejó a ese hijo como prenda de amor!...” (vv. 1015 y siguientes). Y es tanto el amor que aún siente por su esposo muerto, que sigue tomándolo como consejero en los asuntos transcendentales: “Vamos a consultar a mi esposo en su tumba” (v. 1049).
Y toma una resolución en esta misma línea, decide autoinmolarse por salvar a su hijo: (a Cefisa) “Haz que mi hijo conozca los héroes de su raza; pon todo tu interés en que siga sus huellas: cuéntale las hazañas que ilustraron sus nombres, refiere lo que hicieron, mejor que lo que han sido; háblale de las virtudes paternas (…) Que recuerde con modestia a sus antepasados: es de sangre de Héctor, mas es la última gota; y por esa gota, en fin, yo misma, en un día, sacrifiqué mi sangre, mi odio y mi amor.” (1113 y siguientes).
No obstante, el desarrollo posterior de los hechos, cambia por completo este destino que se había prefijado ella misma, y de nuevo se convierte en viuda, ahora de Pirro: (Pílades a Orestes) “Todo aquí se somete al gobierno de Andrómaca: la tratan como reina, nos ven como enemigos. La propia Andrómaca, tan rebelde a Pirro, le rinde los honores de una viuda fiel. Ordena sea vengado y, quizás, en nosotros, quiere vengar a Troya y a su primer esposo” (1587 -1592).
La Andrómaca que estaba dispuesta a matarse tras su boda con Pirro, para no llegar a ser infiel a Héctor, acaba siendo la vengadora de la muerte de su segundo marido. Viuda, de nuevo, ha logrado salvar su vida, pero, mucho más importante, salvar la vida de su hijo, salvando así la estirpe de Héctor. En esta ocasión, el héroe trágico ha vencido al mundo.
En Eurípides, la presencia física de Andrómaca es casi constante, en muy pocos momentos desaparece de escena, incluso el prólogo aparece en su boca, ella es la que nos informa de cuál es la situación con la que nos vamos a encontrar, así empieza Andrómaca: “¡Orgullo de la tierra asiática, ciudad de Tebas, desde donde antaño llegué, con lujosa dote rica en oro, al palacio real de Príamo, entregada a Héctor como esposa que le diera hijos; yo, la antes envidiada Andrómaca, ahora, empero, mujer desgraciadísima donde las haya!...”
Ahora Andrómaca es también una madre que sufre por el futuro de su hijo, pero este hijo no es Astianiacte, no es el hijo de Héctor, sino el hijo de Neoptólemo. Y es precisamente por este hijo por el que es objeto de celos y odios por parte de la esposa legal de este, Hermíone: Andrómaca, esclava troyana, le ha dado al rey el hijo que su propia esposa no ha podido darle.
Andrómaca, en Eurípides, no tiene opción a ser esposa de Neoptólemo, ni siquiera se plantea. Ella es la viuda de Héctor, princesa troyana cautiva y esclava del que fuera el peor enemigo de su familia. Y para mayores males, tiene un hijo descendiente de Aquiles, asesino de sus padres y de su hijo con Héctor, este nuevo hijo ha sido engendrado en una unión no deseada, y lo ha de proteger ante la esposa legal de Neoptólemo, Hermíone, hija de Helena y Menelao. Defiende al hijo de Neoptólemo no por el amor que sienta por el padre (como le pasará con Astianiacte en Racine) sino por el mismo instinto materno: (A Menelao) “¿A qué ciudad he traicionado? ¿A qué hijo tuyo he dado muerte? ¿Qué palacio he incendiado? A la fuerza me acosté con mi señor… Y, una vez que llegué a Ptía, hube de unirme con el asesino de Héctor. ¿Por qué, pues, me ha de ser agradable vivir? ¿En qué punto hay poner los ojos? ¿En mi situación actual o en la pasada? Este único hijo era para mí cual ojo de la vida que me quedaba. Se disponen a darle muerte quienes lo creen oportuno. No, no, por cierto, a causa de mi desgraciada vida. Pues en éste radica mi esperanza, si logra salvarse, y oprobio es para mí no perecer por mi hijo” (vv. 390-411)
Es una visión bastante dramática la que nos ofrece Eurípides de este personaje. Pero, al igual que en Racine, Andrómaca conseguirá salir triunfal de su prueba, en el caso del trágico griego, y puesto en boca de Tetis su destino, se habrá de casar con Heleno y vivir en la tierra de los Molosos, donde el hijo de Neoptólemo llegará a reinar y a ser el primero de una larga lista de reyes.
Andrómaca se opone a un grupo de personajes, a los que Goldman calificaría ‘el mundo’ que se opone al héroe trágico.
En la obra de Racine el mundo está integrado por Pirro, Orestes y Hermíone. Los tres tienen un aspecto común: son falsos e hipócritas, dicen una cosa cuando piensan otra.
El mismo Orestes, en el acto primero, al encontrarse con Pílades, manifiesta sus intenciones, en apariencia ha venido a cumplir una embajada de los reyes griegos ante Pirro, pero: “¡Feliz si pudiera, llevado de mi pasión, en lugar de a Astianiacte, quitarle a mi princesa” (vv. 93 y 94)
En el mismo diálogo, Pílades nos anticipa el carácter de Pirro y el de Hermíone, de Pirro dice: “La propia Hermíone ha visto ya cien veces retornar a sus brazos a este amante despechado y, al ofrecerle el homenaje de sus confusas promesas, suspirar a sus pies, de rabia y no de amor (…) podría muy bien, señor, en situación tal extrema, desposar a quien odia, castigando a quien ama.” (vv. 115-122)
Y de Hermíone: “Hermíone, señor, en apariencia al menos, parece desdeñar la inconstancia de su amado; cree que, felicitándose de vencer su rigor, vendrá a apremiarla para que acepte su corazón de nuevo. Pero la he visto, al fin, confiarme sus penas: llora en secreto por sus encantos despreciados; siempre presta a partir y sin marcharse nunca.” (vv. 125-131).
Los tres se muestran con doble cara a lo largo de toda la obra: Pirro que dice odiar a Andrómaca, cuando ésta lo rechaza y promete casarse con Hermíone, pero de nuevo, ante unas palabras de la viuda, vuelve a ella. “hay demasiado odio entre Andrómaca y Pirro” dice en el verso 662 e “ignora hasta qué punto soy ahora su enemigo”, en el 676. Pero en la escena VII del Acto III: “Demasiado tiempo temí, amenacé y gemí. Si os pierdo, muero; pero muero si espero.”
Cada uno de ellos emplea esta hipocresía para conseguir su objetivo: Orestes llevarse a Hermíone, Pirro conseguir a Andrómaca y Hermíone, primero conseguir a Pirro, después vengarse de su abandono.
La cólera de verse abandonada por una esclava troyana, hace decir a Hermíone: “Que en el templo resuenen los gritos de dolor, impidamos el desenlace de himeneo tan fatal; y, si es posible, que sólo estén unidos un momento…” (vv. 1486- 1492), pero, una vez que Orestes ha cumplido su deseo y ha matado a Pirro: “¿Y no veías, entre mis agitadas emociones, que siempre mi corazón desmentía mis palabras? … Tú, con tu embajada, fatal para los dos, le hiciste, para su desgracia, decidirse por mi rival. Podríamos seguir compartiendo sus favores; me amaría, quizás, lo fingiría, al menos.” (Acto V, escena III).
Y el mundo sucumbe ante Andrómaca: Pirro muere a manos de Orestes: “Expira: y nuestros griegos, irritados, han lavado en sus sangre sus infidelidades… El traidor se vio rodeado por doquier, y no encontré lugar donde clavar mi espada: todos se disputaban la gloria de acabarle.” (escena III del Acto V); Hermíone, muere ante el altar de Pirro: “En todo caso, desde el umbral de la puerta la hemos visto, inclinarse sobre Pirro con un puñal en la mano, elevar los ojos al cielo, herirse y caer” (vv. 1610 y ss.); Orestes confunde la realidad con sus visiones y pierde el sentido: “Pierde el sentido. Amigos, el tiempo apremia; aprovechemos los momentos que este desmayo nos ofrece” (vv. 1645 y ss.);
En Racine, el triunfo de Andrómaca, el héroe trágico, sobre el mundo, es absoluto. En realidad, la versión que nos ofrece Racine sobre el final de Orestes y Hermíone se aleja bastante de la versión clásica del mito.
Eurípides nos había dejado a una Hermíone mucho más cruel, esposa legítima de Neoptólemo, aprovecha la ausencia de su marido, para intentar matar a su favorita y al hijo que ha tenido de ésta. Teme verse relegada del palacio y cree que está siendo victima de algún tipo de conjuro o brujería: “Tú, a pesar de ser una esclava y una mujer cautivada con la lanza, deseas adueñarte de este palacio, una vez me hayas echado a mí. Resulto odiosa a mi marido por culpa de tus drogas, y mi vientre, estéril por tu culpa, se echa a perder. Pues en estos menesteres hábil es el talento de las mujeres del continente.” (vv. 155-160). Pide ayuda a Menelao, que acude a su auxilio y se convierte en uno de los grandes oponentes de Andrómaca: “¿Tú, comandando tropas elegidas de entre los griegos quitaste, un día, Troya a Príamo, aunque eres un cobarde? ¿Tú, que tan jactancioso te has puesto por las palabras de tu hija, que cual una niña se porta, y has entrado en liza con una desdichada esclava? No te considero merecedor de Troya, ni a Troya digna de ti.” (325-330)
Pero Andrómaca no está sola en Eurípides, tiene un aliado: Peleo, el abuelo de Neoptólemo que defiende al heredero de su estirpe. Se igualan así las fuerzas de las dos rivales (si es que se puede considerar Andrómaca rival de Hermíone). Y es, en realidad, en el enfrentamiento de Menelao y Peleo, en el que se decide que Andrómaca y su hijo sigan vivos: "¡Oh, anciano! Que los dioses se porten bien contigo y con los tuyos, por habemos salvado a mi hijo y a la desgraciada de mí" (v. 750).
También Hermíone tiene en Eurípides un momento de arrepentimiento, pero más temiendo la ira de Neoptólemo cuando se conozca sus frustrados planes que por el mismo hecho de reconocer que ha actuado mal: "Me abandonaste, me abandonaste, oh padre, sola en la costa, privada del remo marino. Me matará, me matará. Ya no viviré bajo este techo conyugal. ¿Ante qué estatua postrarme suplicante? ¿Acaso cual esclava he de caer ante las rodillas de una esclava?" (vv. 859 y siguientes) y es en este momento, cuando aparece el otro gran personaje, quizás menos relevante para Eurípides que para Racine, pero igual de decisivo en la resolución final: Orestes, que no viene a cumplir ninguna embajada, su pretexto ahora es conocer cómo se encuentra su prima Hermíone, ésta le relata los últimos sucesos, él le anticipa una gran noticia: Neoptólemo, víctima de una trampa tendida por el mismo Orestes, va a morir en Delfos.
Eurípides perdona a Hermíone, que escapa junto a Orestes: "PELEO: Mujeres de Ptía, responded a mi pregunta, pues he oído confuso rumor de que la hija de Menelao se ha marchado abandonando esta mansión... CORIFEO: Peleo, correctamente lo has escuchado. No me parece bien ocultar las desgracias en que me hallo. Efectivamente, la reina se ha marchado huyendo de esta mansión." (vv. 1050 y ss.).
En cuanto a Neoptólemo es el gran ausente en Eurípides, por supuesto que es nombrado una y otra vez, pero en ningún momento aparece en escena, exceptuando la aparición de su cadáver en los últimos momentos de la representación. Por las referencias que de él se hacen, no aparece tan sanguinario como lo hará en las Troyanas de Séneca, al menos no es más sanguinario que los demás guerreros griegos. Incluso la opinión que de él tiene su abuelo Peleo, lo humaniza un tanto (se ve especialmente en el último coro de la obra, cuando Peleo llora sobre Neoptólemo muerto: "¡Ay de mí! ¡Qué clase de desgracia contemplo aquí y entre mis manos recojo en palacio!... ¿En qué amigo pondré los ojos con fruición? ¡oh querida boca, y mentón y manos!...") Hay otro personaje que aparece en Euripides y que no lo hace en Racine: el coro, en este caso formado por mujeres de Ptía.
Para los autores trágicos griegos, el coro es uno más de los personajes, incluso en alguna obra es el protagonista (p.e. Las Suplicantes de Esquilo), sin embargo Racine lo elimina, lo más próximo que encontramos en Andrómaca a este coro es esa caterva de acompañantes mudos que lleva Orestes y que, en el texto escrito, no la notaríamos que la lleva si no lo especificara en la lista de personajes. Y con el coro, Racine suprime toda parte cantada, claro, que en compensación, tenemos unos diálogos impresionantes y llenos de vida.


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